viernes, 5 de enero de 2018

Artilugio número tres: el relactador

Como ya nos había dicho en la anterior visita, debíamos llevar a cabo una relactación. Esto consiste en incrementar progresivamente la producción de leche materna, para ir disminuyendo la cantidad de leche de fórmula que tomaba Mar. Y para lograrlo sólo había un camino: TETA, TETA y más TETA.

Además, era importante evitar las tetinas para no crear confusión en la succión, y para ello habia una alternativa al biberón: un relactador.

Una botellita con un cordón para colgarlo del cuello (y así tener las manos libres) de la cual salen dos sondas muy finas. Una de éstas se coloca justo en el pezón y se fija con un trocito de esparadrapo. La otra —yo al principio pensé que era una para cada pecho—, sirve para que salga el aire y no se produzca vacío en el interior de la botella. Cuando el bebé succiona obtiene la leche de fórmula, por lo que estimula la producción de leche materna sin sacrificar una correcta alimentación. Fácil, ¿verdad?

Já!

El primer problema fue encontrarlo. Resulta que sólo Medela fabrica este cacharrito de última generación, y cuesta alrededor de unos 40 euros. Aun así, nos pusimos en contacto con diez farmacias de Villajoyosa y en ninguna tenían ni idea de lo que era. Ni una sola, de diez. Se podía pedir, pero tardaba varios días... y no teníamos tiempo que perder.

Así que movimos hilos y nos pusimos manos a la obra. Papá fue al hospital a pedir una sonda nasogástrica lo mas fina posible (quisimos comprarla, pero en las farmacias tampoco las venden). ¿Y el centro de salud? Pues tampoco, eso hubiese sido demasiado fácil.

Con la sonda, un biberón y el cordón de unas deportivas teníamos nuestro relactador casero. Tan bonito con su cordón rosa flúor. Ahora sólo faltaba que funcionase, y llegó el desastre.

Aún no teníamos controlado el agarre ni la posición, y a eso había que sumarle una sondita chorreando leche que había que pegar en el pecho, y colocar el extremo final justo a la misma altura que el pezón para que entrase en la boquita del bebé sin entorpecer la succión.

Para volverse loca. Sí.

Y entonces es cuando tu madre, tu suegra y todos en general (excepto Papá, él siempre confió en mi) empiezan a pensar que se te está yendo el asunto de las manos, que la niña tiene hambre y que hay que dejarse de tantas tonterías. Darle el biberón y disfrutar de la maternidad.

Y tenían razón. ¿O, no?

jueves, 4 de enero de 2018

Artilugio número dos: las pezoneras

Solucionado el problema del frenillo, el siguiente paso era vernos en acción.

"Vamos a ver cómo mama", y saqué mis pezoneras. Sinceramente, en aquél momento no imaginaba dar de mamar sin ellas, porque nos habían acompañado desde el día que salimos del hospital.

Una de las enfermeras me las trajo a la habitación cuando nos dieron el alta. Sí. Tampoco fueron suficientes cinco días allí para que a alguien se le ocurriese la brillante idea de recomendármelas. Su argumento fue: "Como ya ha tomado biberón, le resultará más fácil cogerse con ellas"

En efecto, el hecho de que la pezonera cree una especie de "tetina" uniforme ayuda a que los bebés no rechacen el pecho una vez que conocen la tetina del biberón. Yo sabía que se podían usar cuando los pezones estaban muy dañados, para evitar el contacto directo con la boca del bebé, pero no era mi caso. Así que entendí que no me las hubiesen ofrecido antes.

En aquél momento yo era incapaz de ver más allá. Pero días después, desde la tranquilidad de mi casa fui ordenando todos y cada uno de los errores que se cometieron en nuestra lactancia por parte de los profesionales que nos asistieron. Y todos tenían un denominador común: se intentaba solucionar un problema sin conocer la causa. Fracaso asegurado.

Porque, queridas matronas, las pezoneras también se usan para facilitar el agarre. Y no son algo definitivo, no seamos extremistas. Se pueden usar temporalmente y más tarde entrenar la postura, la posición y el agarre para conseguir una succión óptima. Y ahora lo sé. Pero entonces no sabía nada de nada.

Y como cualquier consejo era bien recibido, le di la bienvenida al segundo de los artilugios que nos ayudaría en nuestra particular carrera de fondo. (La historia del primero vendrá en otro momento, tampoco tiene desperdicio).

Cuando May vio el agarre de Mar me propuso probar sin pezoneras. Así, ¡a la aventura! Y con su ayuda nos hizo ver que sólo era cuestión de práctica, y paciencia. Mucha paciencia.

Y nos habló del relactador...